martes, 5 de mayo de 2009

Historia de Cella

Situado sobre una llanura, en las últimas estribaciones de la sierra de Albarracín, en el nacimiento del río Jiloca.

Los romanos abrieron en la roca un acueducto para traer el agua del río Guadalaviar, el acueducto iba de Albarracín a Cella y se han realizado varias campañas de excavaciones para descubrir el trazado en su totalidad.

Antiguo lugar el de Cella, que fue ciudad en los albores del 1.100. Llamáronla por entonces Azehla, y de ella tuvieron noticia grandes personajes, como el Mío Cid, que la cabalgó a lomos de Babieca para someterla casi al fin del Cantar del Destierro, tras conseguir el tributo de Daroca y Teruel, de la que dista tan sólo 21 kilómetros. El Rey Jaime I le otorgó el título de villa, y el II Jaime la dona sin darla, pues tras ceder a Pedro Jiménez de Iranzo tres torres de Cella lo hace con la promesa de que tornen a la Casa Real a su muerte, y así sucede, recuperándola Pedro IV de Aragón.

LOS TEMPLARIOS

Hay quien asocia el origen del Pozo de Cella con los Templarios, allá por el siglo XII. Fue el Obispo Torroja quien concedió licencia a la Orden del Temple para que reconstruyeran el pueblo en 1177. Los monjes guerreros se establecieron en la plaza fuerte del Castillo de Cella. Sobre una suave colina, todavía hoy pueden recorrerse las ruinas del castillo, muro y base de un torreón rectangular. En 1333 todo el pueblo fue amurallado.

Un siglo despúes, Cella fue refugio de la Inquisición turolense y de las tres ermitas existentes, una de ellas está dedicada al inquisidor Pedro de Arbués.


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