martes, 5 de mayo de 2009

Acueducto de Cella

ACUEDUCTO ROMANO DE USO INDUSTRIAL

DE ALBARRACÍN A CELLA (TERUEL)






En el presente trabajo damos a conocer las investigaciones realizadas entre los años 1980 y 1983, dirigidas por el Prof. Martín Almagro Basch y en las que participaron, junto con el autor de estas líneas, el Prof. Martín Almagro Gorbea y Octavio Collado Villalba entre otros. El posterior fallecimiento del Prof. Almagro Basch impidió en aquél momento la publicación de los resultados.



Introducción

El viajero observador que circule por la carretera que conduce desde Albarracín a Teruel, verá pasado el castillo de Santa Croche, en la curva que sigue una vez se ha dejado esta fortaleza atrás, a la izquierda de la ruta, una serie de oquedades ordenadas situadas a la misma altura. Parecen cuevas sucesivas excavadas en las rocas que cierran el angosto valle por cuyo fondo corre el río Guadalaviar, siempre paralelo a la carretera. Otros vestigios similares se irán viendo a lo largo del trayecto siempre con el mismo aspecto, unas veces como una ruina o cueva artificial, otras solo como restos conservados en la ladera rocosa que bordea la izquierda de la carretera.

Tal vez el tramo más espectacular se observa antes de llegar al pueblo de Gea de Albarracín, como a un kilómetro del caserío justo frente a la presa donde se toman las aguas que hoy riegan la rica vega de este lugar, paraje que se llama "El Azud de Gea". Termina allí el acantilado y mirando a la izquierda en dirección a Gea y Teruel se ven en la base de las paredes rocosas como unos agujeros o cuevas a modo de una serie de ventanas excavadas en la roca. Son solo la manifestación de uno de los tramos del acueducto que vamos a describir y estudiar en las páginas que siguen.

Todos estos vestigios que llaman la atención del viajero, son los restos del primer trasvase de aguas realizado en España desde una cuenca hidrográfica, la del río Guadalaviar, a otra diferente, la del río Ebro. Esta atrevida obra hidráulica de casi 25 kilómetros de longitud logró llevar aguas del río Guadalaviar hasta el río Jiloca afluente del Jalón que a su vez desagua en el Ebro poco antes de Zaragoza.

Como a tantos otros viajeros y eruditos, los restos de este acueducto nos han sugestionado siempre. Hasta fechas recientes apenas se habían estudiado con el detenimiento que merecen, ni siquiera describiendo y analizando los vestigios que aún hoy se nos conservan del mismo. Sólo leyendas más o menos coincidentes se relatan sobre la ejecución de esta obra tanto en Albarracín como en Gea de Albarracín y en Cella, pueblos cuyo territorio atraviesa el acueducto. En esencia, estas románticas narraciones coinciden en que la realización de tan ingente obra se debe al amor que a una dama de Cella profesó un soberano musulmán de Albarracín. Ello exigió al rey de Albarracín antes de lograr satisfacer su pasión amorosa, la realización de tan ingente obra para que las aguas de Albarracín beneficiaran a los vecinos de Cella.

Junto con una descripción general de esta interesante obra, trataremos en este estudio de analizar el problema de la cronología y la función que debemos atribuir a estos vestigios del acueducto de Albarracín a Cella, exponiendo los argumentos de manera objetiva para poder deducir lo que nos aportan como realidad histórica, y analizando su directa relación con la actual fuente de Cella, enorme manantial de agua que fue alumbrado artificialmente. Es evidente que la fuente de Cella pasó, de alguna manera, a sustituir la función de este acueducto que pronto destruido fue solo un motivo de leyendas populares. De lo que hoy sabemos podemos suponer con bastante verosimilitud que se trata de una obra realizada en época romana, seguramente altoimperial, y que pudo mantenerse en uso hasta época altomedieval.


Descripción de los restos conservados del acueducto:


Mapa del recorrido:


TRAMO 1

TRAMO 2

TRAMO 3

TRAMO 4

TRAMO 5

TRAMO 6

TRAMO 7

TRAMO 8

TRAMO 9

La toma de las aguas en el río Guadalaviar, para conducirlas hasta las tierras llanas de Cella por el acueducto cuyos vestigios vamos a describir se organizó en la actual presa del Molino de Santa Croche. Allí el cauce del río, tras atravesar la vega de Albarracín, se encaja al finalizar ésta en un estrecho que, con pequeños huertos en ambas márgenes, se sucede hasta desembocar en la vega de Gea. La presa se ha debido de rehacer en diversas ocasiones, pero lo adecuado del lugar no puede estar mejor elegido para iniciar una importante desviación del río. Prueba de ello es el que siempre ha permanecido en el mismo sitio. De ella en la margen derecha del río se ven vestigios que ofrecen morteros y estructuras de sillares ciertamente de época insegura pero muy antiguos. De los análisis de los morteros empleados hemos podido averiguar que son los mismos y de la misma época que los que hemos analizado en otros tramos del canal de este acueducto. La actual estructura de la presa, que muy posiblemente se ha mantenido desde época antigua con las consiguientes reparaciones, está formada por estacas de sabina hincadas en el lecho que fijan un entramado de vigas horizontales de madera entre las cuales se dispone un relleno de mampostería.

Iniciado el acueducto en la citada presa del actual molino de Santa Croche, el agua era conducida por la margen derecha del río exactamente por donde hoy va la acequia que sirve para el riego de las huertas que rodean el molino y que a la vez han movido hasta no hace mucho las muelas de dicho ingenio. La curva de nivel que siguen las aguas por la citada acequia enlaza con los primeros restos que hemos podido hallar del acueducto.

Aunque hoy ya no continua este cauce más allá del molino de Santa Croche pues tras mover sus muelas volvían las aguas al río, podemos suponer que en la antigüedad el acueducto o acequia seguía su trazado bordeando la huerta del molino y rodeaba el cabezo o loma de la Era de Santa Croche. Su trazado en toda esta parte ha desaparecido pues el río erosiona fuertemente este cabezo de rocas poco compactas. Solo la curva de nivel que marcan las aguas de la actual acequia del molino y la topografía del área de las huertas nos permiten asegurar el trazado antiguo que siguió el acueducto. Este nivel coincide con el de los restos que se manifiestan a partir del lugar por donde cruzó el río Guadalaviar al pie mismo del actual castillo medieval de Santa Croche.

Los primeros vestigios que nos sitúan el trazado del canal que condujo las aguas del río Guadalaviar hasta Cella se nos manifiestan en este cruce del río. No parece que fuera por medio de una gran obra arquitectónica como se cruzaron las aguas del lado derecho al lado izquierdo del río. Sin embargo se han hallado restos de la cimentación de los dos machones que a ambos lados del río debieron sostener sendos pilares sobre los que se asentaría un canal volado de unos 15 metros de luz. Estos restos de los machones o pilas están sumamente erosionados por el río. Además entre el machón de la orilla izquierda hasta las rocas que aparecen enfrente y sobre las cuales se asienta el castillo de Santa Croche, a unos tres metros de la carretera actual, aparecieron los cimientos de otro machón construido con piedras irregulares y mortero a modo de un conglomerado de opus caementicium concretum. Sobre estos pilares se apoyaría el canal que permitiría cruzar las aguas de un lado a otro del río. Según los vestigios hallados en este estrecho paraje ya pasadas las huertas de Santa Croche, podemos deducir que el acueducto pasaba las aguas desde la margen derecha del río a su margen izquierda, salvando el obstáculo que ofrecía el angosto y encajado cauce con un canal de madera como aún se hace en algunos sitios en la cuenca alta del Guadalaviar . Este cruce del cauce aprovechó precisamente el saliente rocoso que presenta hacia el río la peña sobre la que se asienta el castillo. En este lugar se aprecian restos del canal cortado en la roca a pesar de los importantes desmontes realizados al construir la carretera de Teruel a Albarracín, que al igual que en este sitio ha destruido en otras muchas zonas distintos restos de este acueducto.

Para explicarnos la razón por la que el canal que llevaba las aguas fue trazado por la margen derecha del río desde la azud de Santa Croche hasta el estrecho que ofrece el cauce del río al pie del castillo, debemos considerar el obstáculo que representaba el cruce del ancho barranco que forma la rambla de Monteagudo. Resulta evidente que si hubiera seguido el canal del acueducto la margen izquierda, en el corto trecho desde la azud de Santa Croche hasta la rambla de Monteagudo, no habría alcanzado la altura conveniente para poder cruzarla sin verse amenazado por las fuertes avenidas de aquella rambla, dada la cota que allí ofrece su cauce al desembocar en el río. Todo ello aconsejo que el acueducto huyera del accidente geográfico que la citada rambla representaba y siguiera en su primer tramo la margen derecha del río hasta pasadas las huertas y el molino de Santa Croche, cruzando luego a la margen izquierda, donde a partir de este lugar se pueden ir situando muchos restos como los vamos a ir describiendo a continuación.

El primero de ellos se conserva muy visible al pie mismo del castillo. Se ven las rocas cortadas denunciándonos el trazado del specus o canal del acueducto. Más adelante el acueducto discurre ya por una galería horadada en la pared rocosa del valle. Estos restos son conocidos como "cueva o túnel de los Espejos o de los Vidrios".

Más adelante vuelve a verse su trazado, siempre excavado en forma de mina en las rocas. Desde la carretera sus restos se aprecian, más o menos destruidos, prolongándose hasta el corto túnel por el que pasa la carretera ya cerca de la curva de "El Tocón". Tanto la “Cueva de los Vidrios” como el tramo inmediato al túnel de la carretera constituyen los restos más a la vista y accesibles para cualquier curioso.

Pasando el túnel citado el acueducto tuvo que atravesar el barranco de “El Serón” y otro barranco anterior de menor entidad. Hasta ambas barranqueras se ve llegar el canal construido a cielo abierto. Se le aprecia a trozos bastante bien conservado y a trozos totalmente enrunado o destruido. Luego seguiría la ladera muy erosionada de la loma cerca de la carretera a juzgar por la altura que nos marcan los restos que aparecen apoyados en la ladera rocosa que llega hasta el paraje de "El Tocón" y el "El Martinete" siguiendo un trazado similar al de la carretera actual.

A continuación el acueducto sigue las faldas de las rocas que bordean la carretera con canal al aire libre del que la erosión lo ha destruido en gran parte aunque quedan visibles otros trozos seguros.

Sobre todo se aprecia claramente en la margen izquierda del “Barranco de la Puta" cerca de su desembocadura. Tramos bastante bien conservados y más visibles se ven en el "Vallejo de la Mojinera de Toran" y también en la margen derecha del “Barranco del Rebollar” donde se conservan restos del canal o specus del acueducto construido con muros de fábrica de buena factura. En este barranco su trazado se aleja apreciablemente de la carretera y del cauce del río que corre siempre encajado cercano a la misma, al seguir la curva de nivel en busca de un lugar indeterminado en que cruzaría el cauce con la mínima infraestructura. También reaparece en el lugar llamado "Cueva Gullumín". En un largo trecho se ve el trazado del acueducto unas veces roto otras excavado en la roca y otras enrunado, ya a notable altura sobre la carretera, pero bien visible.

Después de un largo recorrido en que se pierde su rastro al discurrir por laderas con pocos afloramientos rocosos, vuelve a reaparecer de nuevo construido a base de una larga mina abierta a fuerza de pico en las rocas que bordean la carretera ya poco antes de llegar al Azud de Gea. Es quizás el tramo más largo de los conservados aunque por su ubicación resulte bastante inaccesible. Sin embargo se aprecian con claridad las ventanas de ventilación y la propia sección de la galería en algún sitio en que la erosión ha destruido parte de ella.

Allí ya ha alcanzado una gran altura en relación a la carretera y al cauce del río. Gracias a la altura lograda atraviesa mediante una mina o túnel por debajo del “Barranco de los Pasos” cercano al Azud de Gea y continua por la loma que hay antes de llegar al caserío del pueblo de Gea de Albarracín. Esta loma queda dividida por una barranquera que formando una pequeña hoz desemboca en la vega de Gea cerca de las primeras casas del pueblo. Se llama "Barranco de les Burros". Este fuerte accidente del terreno lo atravesó el canal del acueducto con una larga mina excavada a ambos lados y por debajo del lecho, aprovechando un fuerte escalón rocoso dispuesto perpendicular al cauce por el que se precipitan las aguas del barranco. A este lugar del "Barranco de los Burros" podemos llegar dejando la carretera justo antes de entrar en el pueblo de Gea de Albarracín. Subiendo por el cauce hallaremos a unos seiscientos metros la traza del acueducto en un gran tramo a la izquierda y derecha del cauce en donde se ha conservado de forma menos destruida y muy espectacular. Las rocas se ven horadadas a ambos lados del barranco rocoso y a bastante altura.

Si seguimos la entrada de la galería o mina excavada en la roca, se puede andar por dentro de ella en un buen trozo atravesando por debajo el mismo cauce. Todo este tramo del "Barranco de los Burros" es además de muy espectacular, uno de los más adecuados para analizar los detalles de esta costosa construcción hidráulica.

Por la margen izquierda del barranco el acueducto seguía ya a gran altura hacia la parte más elevada del caserío de Gea de Albarracín, más arriba de donde estuvo el castillo de este pueblo, por donde se extienden las eras y los pajares. En esta zona, hasta no hace mucho, se veían los ventanales o aperturas de ventilación de la mina o túnel por la que pasaban las aguas. Quedan incluso claros vestigios de su recorrido. Es lástima grande que al ser utilizada toda aquella zona como cantera para sacar piedra destinada a la construcción, se aprovechara la oquedad de la mina para facilitar la extracción de piedras y se destruyera todo el trazado del acueducto.

Vivían aún no hace mucho en la localidad de Gea de Albarracín gentes que participaron en estos trabajos de destrucción. Ellos nos informaron que obtuvieron piedras para construir aprovechándose de los espacios horadados de la mina y sus ventanas o putei de ventilación. Estos canteros nos dijeron que la mina del acueducto les facilitaba grandemente su trabajo haciéndole más provechoso cuando utilizaban sus restos ya que resultaba más fácil arrancar allí los bloques de piedra, lo que acabó ocasionando su total destrucción.

Más allá de la zona de los pajares de Gea de Albarracín el acueducto seguía claramente las laderas hasta la extensa hoya que existe pasado este pueblo. Esta gran depresión de terreno se conoce como "La Cañada". Es más ancha hacia el sur cuando se abre cerca de la vega por donde la atraviesa la actual carretera de Albarracín a Teruel poco antes de comenzar las revueltas de la llamada “Cuesta de Gea”. Los restos del acueducto aparecieron al norte de esta hondonada de “La Cañada” precisamente donde el acueducto iniciaba su trazado subterráneo para atravesar las lomas que separan las cuencas fluviales entre el río Guadalaviar y el río Jiloca, afluente del Jalón y éste del río Ebro.

Hasta las exploraciones realizadas en los años ochenta no se conocía ningún resto del trazado del acueducto en estos parajes y menos el lugar por donde sus constructores se atrevieron a iniciar una larga perforación en la loma que bordea el valle y que se continua con una meseta llana. Tal topografía a simple vista representa una dificultad insalvable para el paso de las aguas de una cuenca a otra.

Incluso el haber tenido que vencer tan gran dificultad hacía pensar que la obra nunca había llegado a terminarse pues desde "La Cañada" de Gea hasta Cella hay en línea recta y a través de las lomas y llanos altos que separan las cuencas hidrográfica de les ríos Guadalaviar y Jiloca, casi seis kilómetros. Evidentemente, ya puestas las aguas en el lado norte de "La Cañada" de Gea, solo podían pasar las aguas desde una cuenca a la otra perforando aquellas lomas con una mina o túnel que las llevara hasta Cella, ya en la cuenca del Jiloca, cuya vega queda ciertamente más baja que las alturas alcanzadas por el acueducto en este lugar.

La prospección realizada en año 1981 en toda la zona del fondo de la gran hoya de "La Cañada", principalmente por la parte Nordeste, por donde se suponía que podía hallarse el inicio de la perforación de la mina, permitió localizar unos muros arrasados de mampostería que se ofrecían a ambos lados de un barranquillo que baja de las lomas que limitan por el Norte la citada hoya, en la dirección que da hacia Cella. Siguiendo la dirección que marcaba el trazado de los cimientos arrasados de estos muros se halló, a unos cincuenta metros, una pequeña boca de una cueva artificial que resultó ser el inicio de la gran mina del acueducto.

Se pudieron limpiar unos cincuenta metros de este comienzo del trazado subterráneo de la mina o túnel por la que iban las aguas del acueducto. Se pudo comprobar que inicialmente la mina sigue bordeando la ladera sin iniciar propiamente la perforación de la loma en dirección a Cella. Incluso al excavar todo este trozo de mina, ahora descubierta, se hallaron dos pozos o tragaluces abiertos al exterior parejos a los que ofrece esta obra en todo su trazado. Posteriormente la mina se introduce ya hacia el interior de la montaña desde una boca que serviría también de aliviadero.

La limpieza y excavación de este trozo del acueducto fue capital para conocer su trazado y para asegurar como fue abordada la perforación del obstáculo principal que se ofrecía para trasvasar las aguas de una cuenca a la otra. Se pudo comprobar que éste fue resuelto sin ninguna duda a juzgar por otros vestigios que se nos ofrecen, unos ya conocidos de antiguo y que ahora pueden con base suficiente relacionarse con esta obra, y otros más precisos que han aportado nuestras investigaciones.

En efecto, gracias a las excavaciones realizadas en 1981, podemos con certeza poner en relación este trozo de canal y de la mina que se adentraba en las entrañas rocosas de la loma, con una serie de grandes pozos cuadrados que fueron excavados en la roca y que en línea recta van desde la ladera de la loma norte de “La Cañada” hasta alcanzar su cima y luego descender hasta llegar a la parte alta de una hondonada conocida como “Hoya del Moro”.

En la ladera de la loma que separa "La Cañada" de "La Hoya del Moro" aparecen hasta cinco grandes huecos o putei situados a una distancia de hasta 45 metros unos de otros y todos perfectamente alineados.

Sirvieron para sacar los escombros al construir este largo túnel y luego para la limpieza y aireado de la mina que atravesaba subterránea todo el cerro. Tienen estos putei unos 15 por 8 metros en la boca, con pequeñas diferencias unos de otros y están perforados a una distancia de 30 a 35 metros unos de otros. Estos pozos nos aseguran que por debajo de la alineación que ofrecen va el acueducto. Es evidente que su anchura se justifica solo porque por ellos también se extrajo el escombro que aporto la excavación subterránea de la mina. El más alto permite calcular que tiene una profundidad de unos cincuenta metros hasta llegar al nivel por el que iba la mina de conducción del agua del acueducto. A pesar de encontrarse en su mayor parte enrunados, los aún visibles nos marcan el trazado subterráneo que lleva el acueducto por debajo de la "Hoya del Moro", cruzando ésta en dirección a los llanos un poco más altos que se extienden por la partida llamada "El Espligar", ya del término de Cella, en donde continúan por el Barranco de la Tejería.

Sabemos que varios de estos grandes y hondos pozos se conservaban visibles hasta hace unos años en los llanos de “El Espligar”. Los labradores les han ido enterrando para mejorar el cultivo de sus tierras procurando allanar y eliminar estos obstáculos que molestaban los trabajes agrícolas. Además tales hendiduras en el terreno constituían un serio peligro para los animales y aún para las personas si circulaban por el lugar, sobre todo durante las noches. De estos pozos desaparecidos se percibe su existencia cuando crecen los sembrados y también hasta hace poco diversas personas sabían y recordaban cuando fueron enrunados. Se han logrado situar con la ayuda de las informaciones prestadas por algunas de estas personas hasta cinco de ellos en la zona que se extiende hasta al inicio de la Rambla de la Tejería. Uno de ellos esta situado al lado del camino que discurre por en medio de la hoya o cañada de "El Espligar". Los otros siguen en dirección al “Barranco del Pozuelo”. Al terminar la meseta de El Espligar a la derecha del pequeño “Barranco de la Tejería” que inicia allí su cauce, a ambos lados del camino que va de “La Tejería” a “El Espligar”, se encontraron y excavaron las bocas de dos de estos putei o pozos de desescombro del acueducto cuyo trazado queda de este modo bien fijado hasta este lugar.

Siguiendo hacia Cella, tras los putei citados y pasadas las labores de la Hoya de la Tejería, se intuye que el canal subterráneo seguía hacia Cella por la ladera de la loma del Rubiol. Aunque aún no se ha podido localizar la boca de salida de la mina, sí se ha podido situar el canal del acueducto discurriendo ya al aire libre en aquella loma entre la “Rambla del Rubiol” y la “Hoya de la Balsa del tío Gómez”.

Aparece en esta zona a veces construido con fábrica y otras escavado en las superficies rocosas. Después, las intensas transformaciones de las tierras de cultivo que se han preparado en la Hoya de la Balsa del tío Gómez, que se extiende al final del Barranco del Pozuelo, no han dejado vestigios identificables del canal del acueducto.

Pero nada más pasada la hoya, en la cota previsible, el canal aparece excavado en las rocas que afloran en el Campo de Tiro y luego en las canteras de la Fuensanta en donde se ha excavado y puesto a la vista recientemente un largo trecho hasta cerca del mismo Pilón de la Fuensanta discurriendo al final entre las construcciones de pajares y eras.

En este tramo final del acueducto, parece ser que se intentaron aprovechar otros caudales, quizás provenientes de manantiales de la zona, a juzgar por la existencia de pequeñas canalizaciones excavadas en la roca que se han localizado por cotas superiores a aquellas por las que discurre la canalización principal.

Desde la Fuensanta el canal del acueducto descendía por medio de donde hoy se extiende el caserío de Cella que ha destruido casi todos los vestigios. Sólo se manifiesta ahora en un solar propiedad de la Parroquia que se denomina "El Patin", situado al lado de un moderno Supermercado. El resto que allí aparece es claramente un trozo de la conducción al aire libre de las aguas del acueducto.

Mide lo allí excavado 1.50 metros de longitud y se denuncia la amplia trinchera que se abrió en los conglomerados muy cimentados de aquel terreno. Tiene 1.00 metros de profundidad y 0.60 metros de anchura que es la misma que ofrece a lo largo de todo el recorrido desde el Barranco del Rubiol hasta la Fuensanta.

Más adelante en su último tramo se dirigía hacia donde se levantó el castillo que tuvo Cella que ocupaba un cerrillo casi circular a cuyos pies discurre el brazo principal del río Jiloca. Hoy toda el área está transformada y convertida en casas y dependencias de las mismas. Solo hemos pedido recoger noticias sobre su trazado que nos aseguran que la conducción llevaba la dirección que hemos señalado y terminaba por lo que se ve en siete grandes aljibes, al parecer intercomunicados, y que fueron enrunados y destruidos, algunos de ellos recientemente.


El problema de la cronología del acueducto y las razones históricas de su destrucción.

Tras la descripción de los restos llegados a nosotros de esta atrevida empresa hidráulica, el primer problema que se nos plantea es saber cuando se realizo y quienes pudieron proyectar y llevar a cabo el costoso trabajo de las obras que aún hoy, y a pesar de estar tan destruidas, nos impresionan grandemente por su audacia y magnitud. Probablemente, más que la ejecución en sí de esta obra sorprende su concepción, la capacidad de intuir su viabilidad técnica y el replanteo y mediciones previas que hubo que hacer para tener la seguridad de que el agua podía llegar al lugar deseado.

Dos incógnitas se nos plantean ante su contemplación. ¿Cuando se realizó esta proeza técnica y con qué objeto se hizo? Expondremos brevemente cuanto sabemos con certeza histórica sobre esta cuestión.

En realidad hoy es posible objetivamente afirmar algo seguro sobre la época en que se construyo este atrevido y costoso acueducto. Las leyendas de los pueblos por los que pasa: Albarracín, Gea de Albarracín y Cella coinciden en atribuirlo a los reyes musulmanes independientes de Albarracín. Son diversas las variantes de estas leyendas, algunas convertidas en relatos escritos en los que han puesto sus modernos relatores muchos y variados elementos de su concepción personal. No tienen ningún fundamento histórico seguro y no es extraño que se cometan errores históricos propios del carácter de tales escritos meramente literarios.

De ninguna de tales versiones, que ni siquiera vale la pena mencionar, se debe hacer caso alguno. La realidad histórica es que el investigador se encuentra ante un vestigio venerable del pasado del que debe dar solamente los juicios seguros que de su estudio puede haber deducido.

Por su concepción y técnica de realización puede relacionarse con obras paralelas romanas. Citaremos la mina de captación de aguas del acueducto de Segóbriga en Saelices (Cuenca) construido en la época del Emperador Claudio. En ésta obra la técnica de realización de los túneles o minas para la captación subterránea de las aguas, es muy cercana a las extensas y repetidas minas que componen el acueducto de Albarracín. Junto a este acueducto de Segobriga cabe citar el largo acueducto, en gran parte excavado en la roca, de Cimiez (cerca de Niza), obra romana, seguramente augustea. En España podemos citar el famoso acueducto y mina de captación de aguas llamado "Las Tomas" cerca de la actual Mérida, que debió realizarse al final del siglo I a. de J.C. al planificarse por el Emperador Augusto la ciudad de Augusta Emerita como capital de la recién creada provincia de Lusitania. También es un útil paralelo para el acueducto de Albarracín a Cella el de Tiermes (Soria). Sin embargo, la obra romana que seguramente constituye un paralelo más cercano de ésta que estudiamos, no solo por su estructura sino también por su proximidad geográfica, es el acueducto conocido como de Peña Cortada, ubicado en la comarca de Los Serranos, en la provincia de Valencia y que discurre por los municipios de Tuéjar, Chelva, Calles y Domeño . Esta obra, aun no bien estudiada y que plantea muchas dudas en cuanto a su destino y utilidad, presenta importantes obras de fábrica, en especial la presa y dos puentes, pero sobre todo tiene largos recorridos en galerías excavadas en la roca.

Tras las investigaciones realizadas en los años ochenta podemos aportar algunos datos de gran interés que ayuden a datar la construcción de este acueducto. En primer lugar queremos mencionar la noticia recogida de varios vecinos de Gea de Albarracín de que en el tramo de la mina de este acueducto que existe en el predio del "Barranco de los Burros" existió hasta hace unos años una lápida de piedra de rodeno incrustada en la pared del interior de la mina. Fue robada y ha desaparecido todo vestigio de ella. Los informantes dijeron que no podía leerse y solo se veían varias letras como X y I.

Tal referencia de ser cierta nada nos aclara y por ahora seguimos apoyándonos para atribuir este acueducto a la época romana en los únicos pero significativos hallazgos cerámicos aportados por las excavaciones y que vamos brevemente a describir a continuación. Se hallaron en la zona donde el acueducto inicia su penetración subterránea hacia Cella, o sea en la entrada de la mina o túnel descubierto en 1980 en el Norte de la Cañada de la Hoya del Moro. Tras un corto recorrido de túnel antes de iniciarse propiamente la mina, hay un aliviadero o desagüe que debió estar en relación con una represa construida con obra de fábrica para decantar todas las impurezas sólidas que arrastrara el agua.

Entre las tierras que la enruna del acueducto subterráneo aportó aparecieron algunos fragmentos de cerámica sigillata hispánica, varios fragmentos de lucerna y otro de cerámica común . Estos restos cerámicos romanos, aunque sean escasos, nos aseguran que el acueducto estaba construido en la época en que se depositaron en el comienzo del túnel o canal subterráneo que atravesaba las lomas de la "Hoya del Moro" y "El Espligar".

Su fecha debe colocarse hacia finales del siglo I o comienzos del siglo II de la Era Cristiana. Es este el más preciso dato que hasta ahora poseemos para datar esta construcción hidráulica.

Otro dato de interés lo constituye la similitud de los morteros analizados provenientes de tres lugares diferentes, uno del muro que servía de estribo izquierdo en la presa de Santa Croche; otro de un muro de mampostería con el que se construyó el canal entre el "Túnel de Gea" y el "Barranco del Serón"; y un tercero de las paredes de los muros también de mampostería del canal que aparece inmediatamente antes de comenzar la mina o túnel en el extremo Norte de la Cañada de la Hoya del Moro. No podemos obtener de tales análisis cronología absoluta alguna pero si es importante confirmar su homogeneidad en toda esta obra hidráulica.

Los vestigios romanos de Albarracín son ciertamente muy modestos. Se reducen a algún fragmento de terra sigillata tardía; una pequeña necrópolis de inhumación en tegulae también de cronología avanzada imperial romana, que está emplazada en el área donde existió una viña en los secanos frente al convento de las Madres Dominicas de clausura; y las conocidas lápidas romanas utilizadas en la construcción de la base de la torre de la catedral y otra posible que está en el patio del palacio episcopal entrando a la derecha.

De Cella, la usufructuaria del agua de este trasvase, podemos igualmente asegurar que tampoco fue en época romana un gran núcleo urbano aunque como en Albarracín se hayan encontrado varias inscripciones y dos mosaicos. Uno se descubrió en 1883 al construir las escaleras que salvan el desnivel de la calle de la Iglesia y la plaza del pueblo. Otro se halló en la vega cubierto por una gruesa capa de tierra vegetal en una finca de Bernardo Lorente situada en la partida llamada "Corral de Vacas”. No sabemos si serán estos mosaicos u otros parecidos hallados en el siglo XVI, a los que hace referencia Jerónimo Zurita en la carta que escribió el 13 de Enero de 1579 al Arzobispo Antonio Agustín. En esta carta al tratar de la situación de Segóbriga hace referencia a ruinas y pavimentos romanos hallados en Cella. A pesar de estos hallazgos no se puede admitir que en Cella estuviera asentada una ciudad romana cuya importancia justificara y pudiera financiar las obras de este acueducto, aunque si nos aseguran una evidente romanización de aquel lugar.

Sin embargo, analizando el contexto histórico, es difícil, por no decir imposible, atribuir esta obra a otro período que no sea el romano. Para su construcción ha sido preciso contar con tres recursos importantes: Pericia y medios técnicos adecuados, mano de obra abundante y capital financiero suficiente para acometer el empeño. Por la referencia del Cantar de Mío Cid, que cita a Cella con el nombre de "Celfa la del canal" se puede suponer que el acueducto existía ya en ese momento, aparte de que con posterioridad a la época del Cid ni hay coyuntura política para abordar esta obra, ya que este territorio fue frontera entre árabes y cristianos durante casi todo el siglo XII, ni después existen referencias documentales de construcción de una obra de tanta envergadura. Más bien ésta entra en el olvido pues no se hace mención de ella hasta época muy reciente.

Entre la antigüedad y el siglo XI, solo ha habido dos momentos en que se haya podido acometer una obra de este género. En la época imperial romana o en la del califato de Córdoba. En este último momento, en Córdoba se llevan a cabo las obras de los acueductos de Medina Azahra y de Córdoba aunque en realidad no se trata más que de la reconstrucción y adecuación de obras romanas ya existentes. Pero en todo caso no es posible pensar que en el siglo X se realizara la construcción de este acueducto. Estas serranías del sistema ibérico estaban dominadas por una familia de origen bereber, los Banu-Razín, que aunque obedientes al poder de Córdoba apuntaban ya a la independencia que conseguirían tras la caída del califato. Es impensable que los Banu-Razín tuvieran fuerza económica para intentar tal empresa, ni en el siglo X ni en el XI cuando se conviertan en reyes independientes de la Taifa de Albarracín. Fuera de Córdoba no conocemos obras hidráulicas de época árabe comparables de este tipo y envergadura en parte alguna de la Península.

Y esta tierra estaba demasiado distante de Córdoba y tenía un carácter muy marginal para que los califas pensaran en realizar una obra de este género.

Realmente, desde el punto de vista histórico, solo cabe pensar en la posibilidad de que ésta sea una obra romana. En época alto-imperial, tras la culminación de la conquista de Hispania y la definitiva pacificación de la Península Ibérica se dan las circunstancias apropiada para haber podido acometer esta obra. Tras la culminación de la conquista y la posterior pacificación, el proceso de romanización se afianza en toda la península. La estructura social del imperio pudo proporcionar la necesaria mano de obra, sobre todo de esclavos. Los ingenieros romanos fueron maestros en este tipo de obras y el capitalismo del imperio podía aportar sin dificultad los recursos necesarios.

Tras el decaimiento y ruina del imperio, en la baja romanidad y en la alta edad media es impensable que se haya podido realizar una obra de este género. Luego ya en época árabe las tierras altas de Teruel vieron crearse un fuerte núcleo urbano en Albarracín, único en toda la región, pero de poca entidad demográfica. Sin embargo hemos de resaltar que de esta ciudad enclavada en plena serranía dependía políticamente y económicamente la Sahla, nombre árabe de Los Llanos, la región de los llanos de Teruel, de Cella, de Santa Eulalia etc. es decir, la cuenca alta del río Jiloca. Sobre estas tierras llanas hubo disputas con otros estados taifas al ser tierras abiertas y de paso entre Zaragoza y Valencia, pero los soberanos musulmanes de Albarracín siempre se llamaron señores de la Sahla y precisamente se puede pensar que procuraron ligar esta región estratégica y de rica agricultura como es la de Cella, con el mantenimiento esta obra hidráulica que permitía llevar el agua del río Guadalaviar, conservando así una tradicional dependencia económica que mantuvo unidas en una larga etapa de su historia a toda la comarca del "río Cella" en lo político y económico dentro del estado independiente instalado en Albarracín. Que la obra se mantuvo activa en este marco histórico y económico nos lo prueba el que en el siglo XI el Poema del Cid repetidas veces llama a Cella "Celfa la del Canal".

Cuando en 1104 los almorávides incorporaron violentamente a su imperio toda la llamada Marca Superior, o sea la extensa región de las sierras y llanos de la cuenca del Ebro, incluidas las regiones limítrofes, todos los reinos musulmanes que se habían independizado tras la caída del Califato de Córdoba por estas regiones, desaparecen. Zaragoza es ocupada y eliminada su dinastía de reyes independientes. Albarracín dejo de ser la cabeza de un estado musulmán y su existencia se sume en un profundo silencio. Solo conservó aquella ciudad su valor estratégico y la importancia de ser el único núcleo urbano en todas las comarcas altas que se extienden por toda la parte sur de la actual provincia de Teruel.

Poco después Alfonso I el Batallador apoyándose en las luchas africanas que comienzan a descomponer el imperio almorávide logra ocupar Zaragoza en 1119. Enseguida reconquista Soria, Molina y Singra y antes por el Bajo Aragón llega hasta la sierra de Gúdar, logrando vencer en Cutanda en 1120 a los Almorávides. Pero muere en sus luchas contra el general almorávide Ibn Ganiya cerca de Fraga en 1134. Toda la reconquista se detiene. La inseguridad prevaleció en una región que quedó fronteriza y ello supuso la debilidad económica. Se puede comprender que toda la prosperidad que la Sahla recibiera con el trasvase de las aguas del Guadalaviar quedara arruinada. Cella debió quedar casi despoblada hasta 1171 en que se reconquistan estas tierras de los llanos del Jiloca por Alfonso II de Aragón quien las incorpora a su reino y además organiza una verdadera ciudad en Teruel, antes solo un pequeño núcleo rural fortificado.

Mientras, entre los años 1160 a 1170, Albarracín se ha convertido en un estado cristiano independiente de una manera sumamente original. Abu Abdala Muhammad ibn Mardanis, el Rey Lobo de las crónicas cristianas, al derrumbarse el imperio almorávide en 1145, gobierna desde Murcia todas las tierras musulmanas de Levante incluida Albarracín a partir de 1147. Para sostenerse frente a los almohades, nuevo imperio norteafricano que amenazaba a toda la Península, el Rey Lobo se apoyó en todos los reinos cristianos y principalmente en el de Castilla que durante la minoría de Alfonso VIII estuvo muy influido por el Arzobispo de Toledo don Cerebruno, antes obispo de Sigüenza y buen conocedor de los problemas fronterizos que llevaba consigo la aún incierta delimitación de las tierras entre Aragón y Castilla, en la región serrana de la Celtiberia que se iba reconquistando por los cristianos. Cerebruno a través de sus estrechas e influyentes relaciones con el Rey Lobo, debió inclinar a éste a entregar la ciudad de Albarracín y su tierra a Pedro Ruiz de Azagra, un caballero cristiano de Navarra, al servicio del Rey Lobo pero que también estaba como muchos de sus antecesores y familiares muy vinculado a Castilla. Al conquistarse las tierras altas de Teruel por Alfonso II sabemos que Albarracín ya se había convertido en un estado soberano cristiano frente a la pretensión de Aragón que creyó siempre que Albarracín era tierra de su natural expansión. Cella y toda la región de los llanos del alto Jiloca, la antigua Sahla, se incorpora a la Comunidad de Teruel pero Albarracín, protegido por Castilla, se alza independiente y logra incluso por influencia de Cerebruno que se consagre un obispo convirtiéndose en sede episcopal dependiente del Arzobispo de Toledo. Así mientras la tierra de Cella queda aragonesa y su Iglesia dependerá de la jurisdicción del Obispo de Zaragoza y del Arzobispo de Tarragona, Albarracín se hace ciudad independiente de nuevo en lo temporal y en lo eclesiástico, a pesar de los esfuerzos que hizo ante el rey Alfonso II de Aragón y ante el Papa Alejandro III, el obispo zaragozano Pedro Torroja.

En estas condiciones las relaciones políticas y económicas entre Albarracín y su tierra con Cella y toda la región de la Sahla se interrumpen.

De esta nueva situación surgió el que la feraz tierra de Cella y su comarca haya buscado una sustitución del agua que recibía desde Albarracín a través del acueducto que hemos estudiado, el cual además debió quedar arruinado en la dura etapa de la dominación almorávide y en la que siguió, cuando toda la región al sur de Singra se convierte en tierra de frontera, sometida a la amenaza continua de acciones de guerra y de devastación, hasta la conquista cristiana y su incorporación al reino de Aragón. Toda la región pasa a depender de Teruel, que se convierte en la base política y militar para las futuras conquistas del reino de Aragón hacia las tierras de Valencia.

No tenemos documentación ni referencias históricas precisas para sostener más firmemente esta hipótesis que las antes señaladas, pero los datos históricos posteriores que conocemos, nos aseguran que la pérdida del acueducto se fue realizando en estos años del siglo XII y su sustitución por la fuente de Cella nos la ilustran los documentos que nos descubren la existencia de ésta última desde 1177 en adelante.


Características técnicas del acueducto y de su construcción

La realización de una obra de estas características en un terreno tan quebrado resulta admirable sobre todo en lo que supuso su concepción y proyecto hasta comprobar su viabilidad. Sorprende en primer lugar la precisión de su trazado que podemos analizar mediante la observación de su perfil. Como en otras obras hidráulicas, se aprecian con claridad tres sectores.

En un primer tramo, de aproximadamente dos kilómetros y medio, el canal posee una pendiente apreciable, de alrededor del 3,5‰. Luego su pendiente se reduce a lo largo de la mayor parte de su recorrido, manteniéndose en torno al 1‰ hasta llegar a la boca del túnel que permite el paso desde la cuenca del Guadalaviar a la del Jiloca. En el túnel la pendiente aumenta nuevamente hasta casi el 3‰, seguramente para evitar la formación de sedimentos, mucho más difíciles de eliminar en la galería. La pendiente se reduce muy ligeramente en el último tramo hasta llegar a las proximidades de Cella. A partir de ese punto, en menos de un kilómetro, se produce un desnivel de más de 45 metros. La pendiente media general del acueducto, sin contar este brusco descenso final es del 1.57 ‰. El establecimiento de estas pendientes supuso un proyecto y replanteo sumamente preciso, sobre todo porque es necesario suponer que la obra se acometería de forma simultánea en todo su recorrido, único modo de hacerla viable en un tiempo razonable, ya que por la sección que presenta es imposible que trabajaran más de dos operarios simultáneamente en la perforación de los túneles.

De sus casi 25 kilómetros de recorrido, los 17 primeros se construyeron a veces como canal abierto en unos casos excavado en la roca y en otros construido con mampostería aunque en muchos tramos se recurrió a excavarlo en galerías paralelas a las laderas del valle. A continuación se perforó el largo túnel de casi 4.5 Km de longitud que discurre a una profundidad media de más de 30 m aunque llegue a situarse por debajo de casi 60 metros en la cresta de separación de la cuencas. En el tramo final el canal está principalmente tallado en la roca al aire libre en un recorrido de unos 2 Km. El último kilómetro debió estar construido con obra de fábrica. Parece que el criterio utilizado por los ingenieros romanos fue el de excavar en roca la mayor parte posible del recorrido y siempre que era factible lo hicieron en galería como forma de garantizar su durabilidad y su menor costo de mantenimiento al evitar con ello su colmatación por arrastres de la erosión de la parte superior de las laderas. Limitaron al máximo las obras de fábrica que sólo aparecen en donde no aflora la roca o ésta tiene poca consistencia. La validez de estos criterios viene avalada precisamente por el hecho de que los tramos construidos de esta última manera han sido los mas alterados y destruidos. Evitaron en lo posible las obras aéreas para salvar accidentes y cauces, siempre peligrosos por las avenidas que suelen producirse en un régimen de lluvias muchas veces torrencial, como lo demuestra el haber iniciado la construcción del canal por la margen derecha del Guadalaviar evitando la peligrosa Rambla de Monterde. Los escasos cruces aéreos debieron realizarse con canales de madera de fácil montaje y sustitución, aunque siempre que les fue posible cruzaron las ramblas y barrancos mediante galerías subterráneas excavadas por debajo de los cauces.

Las escasas obras de fábrica que han pervivido se reducen en su mayoría a muros de conformación del canal realizados con mampostería. Como ejemplo más característico podemos describir el canal encontrado en la parte norte de la Cañada de la Hoya del Moro anterior a la entrada de la conducción en la galería y posterior túnel que atraviesa de una cuenca a otra. Sus paredes están construidas con muros de mampostería de piedras irregulares de buen tamaño formando una doble pared de opus incertum bastante regular. Las piedras que lo forman están cogidas con un mortero de cal de muy buena calidad que empleó como árido una arena muy gruesa con algunos guijarrillos.

Estos muros no sabemos la altura que tuvieron pues hoy están erosionados. Lo conservado incluidos sus cimientos mide de altura 1 metro y de grueso 0.60 metros siendo la anchura del canal de 0.60 metros. Sus paredes exteriores no estaban revocadas pero si lo están las interiores y el fondo del specus del canal que conducía las aguas. Este canal es siempre de sección cuadrada.

Los tramos excavados en galería son todos de características muy semejantes pudiéndonos servir de modelo el comienzo del túnel que permite el paso entre cuencas. El túnel o mina por la que circuló el agua mide en general 1.95 metros de altura por 1.25 metros de ancho alcanzando a veces hasta 2.25 metros de alto; en algunos tramos puede ofrecer mayor estrechez o amplitud.

A los datos ya citados podemos añadir la observación de algunas peculiaridades que nos aporta el análisis de esta larga conducción subterránea de las aguas. En primer lugar diremos que en varios tramos de la mina queda muy expresiva la manera o técnica empleada para excavar la roca. Se ve que toda la excavación de este túnel o mina se realizo a base de pico y de un puntero de sección triangular seguramente para aminorar la percusión en las manos de los excavadores. Este tipo de trabajo resulta visible en diversos tramos de la conducción y en especial en los descubiertos al comienzo del túnel.

Se ve también que los tramos del acueducto realizados a base de mina excavada en la roca de las paredes del valle ofrecen ventanas u orificios en el lado externo o sea aquél más próximo a la superficie. En general se abren al exterior cada 11 metros. Su función debió ser doble. Por un lado aireaban la galería por el fondo de la cual pasaba el agua y a la vez sirvieron para extraer todo el escombro que produjo la excavación del acueducto. Además, cuando el acueducto estuviera en uso servirían de ventilación e iluminación y permitirían limpiar el specus de los sedimentos que el agua arrastrara. Resulta interesante observar que en el proceso constructivo primero se excavaron estas ventanas o putei laterales. Sólo después se penetraba por ellos a la mina trabajándose en las dos direcciones hasta enlazar con los tramos inmediatos realizados por otros operarios o al menos de manera independiente. De este modo era posible trabajar de forma simultánea en varios sectores lo que sin duda permitió realizar la obra en un plazo relativamente breve.

Un proceso parecido debió seguirse en la excavación del largo túnel entre Gea de Albarracín y Cella. Si analizamos su trazado en planta, constatable a través de los vestigios de los pocos pozos de ventilación que aún pueden verse, observaremos que éste no es rectilíneo sino que sigue una línea en arco que sin duda alguna va buscando el recorrido con menor profundidad respecto a la superficie. Este trazado curvilíneo difícilmente pudo replantearse por el interior de la galería. Por otro lado, la excavación del túnel, si se hubiera hecho picando exclusivamente desde sus dos extremos abría sido una obra de muy larga duración pues difícilmente podrían haber trabajado más de dos operarios a la vez. Lo más probable es que se replanteara el recorrido en la superficie buscando el trayecto con menor profundidad. Establecida la situación de los putei o pozos de ventilación, a intervalos regulares de unos 45 metros aproximadamente, se realizaría su excavación en vertical hasta una profundidad fijada con suma precisión a partir de una cuidada nivelación realizada en superficie. A partir de estos pozos se iniciaría la excavación de la mina en ambas direcciones hasta enlazar con los tramos de los pozos contiguos. Estos suponía excavar tramos de galería de unos veinte metros, fáciles de replantear mediante las alineaciones de plomadas lanzadas desde la parte superior de los pozos. Como es lógico, todo el escombro producido en la excavación se extraía por estos pozos.

Aunque sea como mera estimación con cálculos muy groseros, resulta interesante considerar el esfuerzo humano que pudo conllevar esta obra. Teniendo en cuenta que del recorrido del acueducto, más de un tercio lo hacía por galería, unos 8 o 9 Km, podemos deducir que el volumen de roca que fue preciso excavar para ello fue de unos 20.000 m³. Otros diez kilómetros puede suponerse que discurrían a cielo abierto excavados en la roca, lo que supone otros 5.000 m³. Los pozos de ventilación del túnel hay que suponer que serían alrededor de un centenar, de unos 30 m de profundidad cada uno de media y de unos 8 m² de sección. Su excavación supondría otros 25.000 m³. En total se puede suponer que la excavación en roca realizada sería de alrededor de 50.000 m³. La obra de fábrica supondría unos 7.500 m³ de mampostería. Traducido esto a mano de obra y considerando la necesidades de abastecimiento y de oficios auxiliares como herreros, carpinteros etc. podemos pensar en unas 200.000 jornadas de trabajo, o lo que es equivalente, 200 obreros trabajando durante tres años.

Como resumen del análisis que hemos podido realizar hasta ahora de los vestigios arqueológicos conservados en este monumento, hemos de reconocer que todo nos inclina a considerarlo como una obra de época romana más que de época árabe. Así los aparejos de opus incertum y opus caementicium concretum utilizados en los muros que ofrece el acueducto en los tramos en que va al aire libre y en los mismos de la presa, al igual que los morteros de cal con áridos a base de arenas gruesas que trababan sus piedras, nos parecen por su aspecto más semejantes a los de época romana que a los que hallamos en las obras hidráulicas medievales.

Ciertamente tenemos que señalar que percibimos en esta obra cierta rusticidad: la falta de un canalete en el fondo del acueducto así como de arcas de decantación para que en ellas se depositen las impurezas arrastradas por las aguas y otros detalles de la construcción que vemos en otras obras romanas semejantes. Pero este acueducto es en su realización una obra típicamente romana. Resulta una atrevida empresa de ingeniería hidráulica que logró el trasvase de las aguas de la cuenca hidrográfica del Guadalaviar a la del Ebro a través de su afluente el río Jiloca y cuya construcción sólo podemos atribuir a los ingenieros romanos. Es ciertamente el único ejemplo en la geografía española que conozcamos, llevado a cabo en tiempos antiguos, de un trasvase de aguas de una cuenca a otra venciendo muy serias dificultades. Solo una experiencia y dominio de las técnicas en la medición y nivelación como la que sin duda tenían los agrimensores y gromáticos romanos pudieron hacer posible tal obra.


Función del acueducto

Pero, ¿con qué fin pudo acometerse tamaña empresa? ¿Qué justificación utilitaria o económica pudo existir para realizar esta obra? Todavía contamos con pocos datos arqueológicos para dar una solución definitiva a esta cuestión. Pero se pueden avanzar algunas hipótesis. El abastecimiento de una gran población que es la justificación de otras obras semejantes no parece ser la razón primordial en este caso pues nada apunta a la existencia de un centro urbano de importancia en Cella o sus alrededores. Una colonización agrícola tampoco parece justificar tal obra. Los actuales regadíos de Cella aprovechan la zona antigua lagunar y pantanosa que se mantuvo hasta su desecación a partir del siglo XII y que acabó dando origen a la actual Fuente de Cella. Las zonas limítrofes por debajo de la cota del acueducto en su tramo final no parecen haber sido nunca cultivadas en regadío. De haberlo sido habrían quedado algunas infraestructuras y sobre todo, el terreno mantendría abancalamientos y nivelaciones. Por tanto, ni el uso urbano ni el agrícola parecen justificar esta obra.

Resta la hipótesis de un uso industrial. Son bien conocidas las importantes obras hidráulicas romanas realizadas en relación con explotaciones mineras. Pero tampoco este supuesto parece plausible pues no hay referencia alguna de la existencia de minerales cuya extracción o manipulación pudiera justificar una traída de aguas tan costosa. Las más cercanas explotaciones mineras son las de mineral de hierro de Ojos Negros y algunas afloraciones más cercanas de la misma cuenca minera, pero que en todo caso quedan demasiado alejadas de Cella.

Queda finalmente el posible uso del agua como fuerza motriz. Precisamente hacia el siglo I después de Cristo se empiezan a extender por el Imperio Romano los molinos movidos con fuerza hidráulica . La posibilidad de liberar de uno de los trabajos más necesarios y a la vez penosos de los que tenía que realizar toda la población, cual era la molienda del grano, sustituyendo ese trabajo manual por el que realizaba un ingenio mecánico movido por la fuerza del agua, se convirtió rápidamente en una importante aplicación de la fuerza hidráulica ligada a veces a obras destinadas principalmente al abastecimiento de poblacionespero también en otros casos con infraestructuras propias y específicas. Abundaría en esta hipótesis el simple análisis del perfil del acueducto en el que se aprecia con claridad el fuerte desnivel que se produce en su último tramo, tanto antes de entrar en la actual población, como desde el Castillo hasta el río Jiloca. Por ello y teniendo en cuenta que la conducción termina precisamente en una zona elevada junto a un fuerte desnivel con unos diecisiete metros de caída, más que suficiente para mover sucesivos ingenios, cabe pensar que la finalidad principal de esta obra fue proporcionar fuerza motriz con que accionar molinos harineros. Un paralelo claro de este tipo de implementación industrial lo tenemos en el caso de Barbegal , cerca de Arles, en el sur de Francia. Aunque ya hemos apuntado que la actual vega regada de Cella es de creación más tardía, todos los Llanos, desde Teruel hasta Singra y Monreal del Campo, son una rica zona cerealista. En toda ella el río Jiloca trascurre con muy escaso desnivel y por tanto con pocas posibilidades de aprovechamiento del agua como fuerza motriz. Por ello resulta muy plausible considerar que esta obra tuvo una finalidad fundamentalmente industrial que permitió la disposición de sucesivos ingenios escalonados a lo largo del desnivel que se sucede desde las eras de la Fuensanta hasta el pie del Castillo de Cella. Cabría incluso apuntar la hipótesis de si algunas de las eras que existen en la zona de la Fuensanta no se hayan podido construir aprovechando depósitos de regulación de alguno de estos molinos. Eso sin contar la más que segura existencia de otros molinos a lo largo del recorrido del acueducto, como el ya mencionado de Santa Croche y alguno otro posible junto a la vega de Gea.

Teniendo en cuenta la sección media del acueducto, de aproximadamente 0.3 m² y la pendiente de 1.5‰, el caudal medio de la conducción podemos estimarlo en 0.3 m³/segundo. No tenemos datos de las necesidades de caudal y altura de un molino harinero de agua, pero pensando que el caudal disponible podía mover de dos a tres ruedas usando un desnivel de unos 3 metros, se puede suponer que pudieron funcionar alrededor de 24 ruedas de molino a la vez.

Es posible que esta obra aún siguiera en uso en el siglo XI como para poder conformar el topónimo de Cella que menciona el Cantar de Mío Cid. La paralización de la Reconquista en el valle alto del Jiloca durante el siglo XII y la posterior división política del territorio tras la Reconquista con Albarracín como capital de un señorío independiente, ahora cristiano durante casi dos siglos más y Cella formando parte del Reino de Aragón impedirían cualquier intento de puesta en uso de la obra hidráulica. Después el tiempo iría arruinando las partes de fábrica mientras la fantasía popular iba tejiendo leyendas en torno a los restos más visibles y espectaculares de esta singular obra. Hoy estos restos todavía nos evocan el genio y la capacidad de los ingenieros romanos capaces de concebir una obra utilitaria, sin más valores estéticos que los derivados de su absoluto pragmatismo y de la adecuación de su diseño a las puras necesidades funcionales. En suma, una obra moderna en su concepto y un logro técnico que poco tiene que envidiar a nuestras realizaciones actuales.


ESTIMACIÓN DE LA CAPACIDAD HIDRÁULICA


(por Francisco Navarro)


Los restos arqueológicos que se extienden entre el azud del Molino de Santa Croche y el pueblo de Cella en la provincia de Teruel se identifican como una obra de conducción de aguas de época romana, con tramos en canal y en túnel, aunque siempre en un régimen de lámina libre. La incertidumbre en las características geométricas y de rodamiento de la conducción impiden un cálculo completo para distintos niveles de lámina de agua, por lo que se ha limitado a establecer las condiciones de régimen uniforme en el tramo en túnel, para diferentes valores del rozamiento.


Características hidráulicas

El perfil longitudinal del canal permite deducir tres tramos de pendiente aproximadamente uniforme: 0.74, 1, 2.73 por mil, antes de la rápida final de entrega en el pueblo de Cella. Posiblemente existían al menos dos secciones de control: en la obra inicial de desvío, Azud de Santa Croche; y en la embocadura del túnel de 5 km. La sección considerada en el cálculo corresponde a este último tramo, con las características:

Sección rectangular

Base: 60 cm

Pendiente: 2.73 por mil

Rugosidad de Manning: 0.016, 0.018

Se calcula el régimen uniforme para cada valor de la rugosidad, que equivaldría desde un hormigón rugoso (0.016) a un muro de mampostería (0.018). Los resultados de caudal y velocidad en función del calado cubren, con las simplificaciones expuestas, el rango de explotación de la obra.


Cálculo de capacidad

En régimen uniforme, el incremento de energía por caída geométrica de cota de solera se equilibra con la pérdida por rozamiento hidráulico. Aproximando dicha pérdida por la fórmula de Manning, se tiene

i = (n2 v2)/ Rh4/3

siendo:

i, pendiente de la solera: 2.73 por mil

n, coeficiente de rozamiento

v, velocidad

Rh, radio hidráulico de la sección mojada.

La ecuación se resuelve en v para cada rozamiento, indicándose los valores de velocidad y caudal en función del calado.




A efectos de evaluar la influencia del rozamiento, se incluyen las gráficas de caudal y velocidad en función del rozamiento, para un calado de 90 cm.

fuentes: http://www.traianvs.net/textos/cella.htm

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